Reseñas críticas. Ejemplos.


Bueno para hacer el Mal
Crítica Megamente. El filme animado de DreamWorks es original por donde se lo mire, y con más vuelo se transformaría en un clásico. Hace unos meses, cuando se estrenó la también animada Mi villano favorito, cabía la pregunta de qué tienen los personajes malvados, viles y sinvergüenzas para atraer tanto a los espectadores. Gru le pinchaba un globo a un niño en su presentación, pero luego se descubría que tenía un buen corazón. Megamente casi, casi tiene su razón de ser villano y asolar Metrociudad como contraposición a Metro Man, el héroe. Ambos llegaron de bebés con ultrapoderes desde el espacio exterior, pero terminaron en distintas cunas. Megamente se crió en una prisión, y Metro Man en un hogar a puro lujo. Uno, genio criminal, y otro, guardián heroico, son como la oposición y el oficialismo: uno no puede existir sin el otro. Y cuando Megamente elimina a Metro Man -ni él lo puede creer-, se da cuenta de que lo tiene todo, sí, pero le falta algo (o alguien) con quién pelear. De allí que en su guarida secreta “crea” a Titán, un nuevo héroe... ¡desde la caspa de Metro Man!, modificando a Hal, un camarógrafo enamorado de Roxanne, la periodista que siempre se interponía entre uno y otro. Megamente es bueno para hacer el Mal, pero no es tan, tan malo. Los chicos van a disfrutar de algunos de sus “trucos”, como su arma deshidratadora, y hay guiños a Superman -se dice que a Metro Man lo perjudica el cobre, no la kriptonita-, a Donald Trump y a Marlon Brando que atraparán más los mayores que los niños. Los avances en la animación computarizada siguen siendo deslumbrantes. El asunto con las comedias infantiles animadas pasa más por el lado de los guiones. Hablando en generalidades, suele haber muchos simplistas, o acumulaciones de gags visuales (Madagascar), pero a veces alguien se destapa y luce original -como en Cómo entrenar a tu dragón-. Que este y Megamente sean los nuevos productos de DreamWorks abre una esperanza: no todo está perdido, ni Pixar estaría solo en el horizonte. Los mayores que vayan solos al cine y elijan las copias originales, sin el doblaje, podrán escuchar las voces de Will Ferrell (Megamente), Brad Pitt (Metro Man), Tina Fey (Roxanne), Jonah Hill (Titán) y Ben Stiller, que también la produjo (Bernard). O sea, no han escatimado billetes. Igual, no es de los doblajes localistas, por lo que papás, tíos o abuelos pueden acompañar a los niños y pasar una hora y media divertida, tanto en 3D como en proyecciones standards.
Pablo O. Scholz, Clarín.
El problema de quedarse sin villanos
Los primeros diez o quince minutos del nuevo film de DreamWorks entusiasman, pero con el correr de la trama el efecto “Superman como villano” se va diluyendo. Como corresponde a estos tiempos, hay excelencia técnica y sobreabundancia de gags. A Megamente (la película) le sucede lo que a Megamente (el personaje): de entrada, encuentra el rival perfecto. Pero por algún motivo que la película y el personaje tal vez deberían dilucidar en terapia, cuando todo parecería encaminado a un también perfecto matrimonio en el infierno, en lo que podría considerarse la noche de bodas (primer enfrentamiento a matar o morir), película y personaje pierden a su contraparte. Cuando lo recuperan, es tarde. Y ya se sabe (si lo sabrá la política argentina) que sin un buen enemigo no se puede vivir bien. Por lo cual tras unos primeros diez o quince minutos para relamerse y gozar, durante la restante hora y pico película y personaje se la pasan buscando un rival a su altura, sin encontrarlo. Ausencia que se llena al mejor estilo DreamWorks Animation: con chistes, espectacularidad, tecnología de punta y alto diseño de producción. O también puede ser que el crítico no la haya entendido del todo y Megamente sea una osadía metalingüística de lo más sofisticada, que no sufre la falta de una razón de ser, sino que la expone. El problema, claro, es que, sin un relato que la sostenga, la metalingüística no es algo que resulte la mar de entretenido. Superman, pero con Superman como villano, no como héroe. Ese es el hallazgo genial de (los primeros diez o quince minutos de) Megamente, escrita por los debutantes Alan J. Schoolcraft y Brent Simons y dirigida por el hombre de la casa Tom McGrath (director de ambas Madagascar). Para que el hallazgo funcione, basta con invertir el punto de vista desde el cual se narra la historia. La historia es una descarada paráfrasis de Superman, con un planeta lejano a punto de estallar, dos bebés lanzados por sus padres al espacio y la caída de ambos no en una ciudad llamada Metrópolis, sino en una llamada Metrocity. El chiquito calvo y no muy simpático no nació para ser amado. Por lo cual será “bueno para hacer el mal”. El pequeñín del rulito en la frente será a la larga Metro Man, psicopatón demagógico, que sabe que a la gente hay que darle circo y superpoderes para devenir paladín de la ciudad. Metro Man y Megamind: hasta la sonoridad de sus nombres los condena a ser uno, y el espectador tiene bien claro por cuál de los dos hinchar. Derrotado Metro Man, Megamente comprende que deberá inventarse un villano. Inventa al Jimmy Olsen de turno, Hal, nerd ligeramente irritante pero definitivamente no a su altura. Para seguir con la coartada metalingüística, ¿se tratará de poner en escena el debilitamiento de la idea misma de villanía? Problema: un villano débil representa una herida mortal para una película de superhéroes. Algo que no sucedía, por poner un ejemplo cercano (en tiempo, en intenciones, en registro visual), en Los increíbles, sofisticada reflexión sobre el sentido y el mito del superhéroe, que no desdeñaba el carácter de relato popular de aventuras. Ante la falta de villanos, Megamente se entrega, en cambio, a una deriva de ideas que no hacen relato: la Luisa Lane moderna, audaz e inteligente, el comic relief extravagante, el asombroso diseño de una ciudad futura, el fascistoide monumentalismo de masas y el sinfín de etcéteras previsible en una película que trabaja por acumulación. Con Ben Stiller como productor ejecutivo, su compinche Justin Theroux (coguionista de Una guerra de película) y un inesperado Guillermo del Toro como consultores creativos, con las voces de Will Ferrell, Brad Pitt, Tina Fey, Jonah Hill y un montón más (en las escasísimas versiones subtituladas), en términos de diseño de producción, estado del arte tecnológico y despliegue visual, Megamente deja boquiabierto. Pero es justamente allí donde la película construye un espectador no muy distinto del de las superproducciones monumentalistas de Metro Man: una masa de ciudadanos ululantes, extasiados con los superpoderes del héroe. Así, el punto de vista de Megamente empieza siendo el de nuestro villano favorito, para igualarse a la larga con el del héroe al que había prometido odiar.
Horacio Bernades, Página/12.

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